6 de septiembre de 2012

EL CIRCO (1928)

El vagabundo más famoso de la historia del cine nos presenta por primera vez retazos de la vida real de su creador... a pesar de estrenarse cuando los 'talkies' ya comenzaban a dominar la escena, El Circo no dejó de ser un éxito en la carrera de Chaplin...

   

Charlot está hambriento y busca alimento de toda forma posible. Ingresa a una feria y trata de conseguirlo, lo cual logra a medias, hasta que un policía lo confunde con un carterista. Comienza entonces una de las clásicas persecuciones que arrancan más de una carcajada, hasta que el vagabundo, sin darse cuenta, entra a la carpa del circo y genera más risas entre la aburrida audiencia, que cree que todo se trata de parte de un acto. El dueño del show decide contratarlo, aunque pronto se dará cuenta que sólo su espontaneidad causa gracia, así que lo manda a realizar tareas de limpieza y a alimentar a los animales. En el transcurso de sus actividades, Charlot conoce a la hija del director, la hermosa Merna, de quien se enamora profusamente. Pero ella prefiere al acróbata Rex y la tristeza vuelve a relucir en el rostro del pequeño caminante, hasta que una vez más queda solo al partir el circo.
Más de un año de rodaje determinó que esta obra maestra llegara a la pantalla grande cuando la gente hacía más colas para ver filmes sonoros (a pesar que en 1928 sólo lo eran parcialmente). Económicamente, el éxito de El Circo no pudo compararse a La Quimera de Oro, lo cual conllevó a que no se le calificara del mismo modo, e incluso e llegó a pensar que para la entrega de los primeros premios óscar de la Academia, se le retiraron las nominaciones por temor a que fuera derrotada y decidió asegurársele el premio honorífico. No fueron los mejores años para Chaplin, ni siquiera en su vida personal, puesto que durante esa misma época se estaba divorciando de Lita Grey, un final de relación que fue todo un escándalo en Hollywood y que incluso terminó en los tribunales. Empero, su imagen no se vería afectada y cumple, como siempre, una gran actuación. Papel interesante es también el de Merna Kennedy, cuya carrera sería muy corta y básicamente recordada por esta actuación. Caso diferente fue el de Bergman (en esta ocasión representando a un payaso viejo), cuya carrera artística siempre estuvo ligada a la de Chaplin, desde The Pawnshop (1916), hasta Tiempos Modernos (1936); no sólo un gran actor, sino un ingenioso asistente de dirección, con especial atención en El Circo.
Las escenas memorables abundan, como al inicio cuando Charlot y el policía se ven atrapados en un cuarto repleto de espejos que asemeja a un laberinto y confunde a cualquier espectador. Asimismo, tenemos a nuestro amigo metido por accidente en una jaula con un león ¡de verdad! Ya entre las últimas, como complemento a los innumerables gags, lo encontramos reemplazando por accidente a Rex en la cuerda floja, pero como siempre, se salva con las justas, tomando en cuenta que en esta ocasión debe ocuparse de dos monitos que se le trepan. En fin, todo un despliegue maestro de técnica cómica y cinematográfica. 
Sin embargo, tal como ocurriera con su película anterior, son las escenas trágicas las que hacen de esta producción una de las más grandiosas del aclamado cineasta. Una vez más vemos la melancolía en el taciturno Charlot, pero en esta ocasión, lo que valen son las analogías con su propia vida. He allí tenemos a su jefe obligándolo a hacer reír al público, frente a lo cual tiene que disimular sonrisas y explicarnos indirectamente que el trabajo de cómico no siempre es divertido y feliz. Asimismo, nos está relatando su vida inicial en los teatros, cuando aún no adquiría fama y tenía que sufrir rechazos y malos tratos para salir adelante, incluso en un mundo laboral aparentemente sencillo. Hay también una remembranza de lo que fue el cine en sus comienzos, ferias trotamundos que alegraban a pueblos y ciudades en su inacabable errar. Pero probablemente la lección principal que el director nos quiere dar es que uno es capaz de generar las mayores alegrías cuando se es uno mismo. En fin, la última escena es igualmente grandilocuente, con un Charlot solitario sentado en una caja olvidada por los artistas y observando un papel con una estrella. Lejos de desanimarse y sentir nostalgia, la observa, la arruga y la lanza de taquito por allí. Él piensa en el futuro... pero es él, Charles Chaplin.
* Como punto aparte a esta película, es preciso comentar un dato muy curioso surgido a partir de unas escenas inéditas, no mostradas hasta hace muy poco, en las que se ven imágenes del día del estreno de la película en Los Ángeles, el 27 de enero de 1928 en el Grauman's Chinese Theater. Entre las personas que se dirigen rumbo a la entrada, en medio de unos animales de madera que aluden a los de la obra, aparece una mujer mayor de contextura gruesa hablando sola, pero con su mano izquierda pegada al oído, como si estuviera agarrando un objeto pequeño. El difusor de este video, un director de cine irlandés, se tomó la molestia de efectuar varias repeticiones con acercamiento y cámara lenta, para concluir que la mujer llevaba en la mano un teléfono móvil y que posiblemente se tratara de una viajera en el tiempo. Dichas afirmaciones causaron mucho revuelo, pero es evidente que era una teoría sensacionalista. Bien pudo tratarse de un amplificador de sonido para poder escuchar mejor (lo cual no explica por qué la señora habla), pero una visión más cuidadosa de la escena nos hace pensar que era un hombre disfrazado de mujer, con zapatos extremadamente grandes para sus pies y que pudo haber sido el mismo Chaplin. La "mujer" en cuestión mira a la cámara y no hubiera sido extraño que fuera el mismo cineasta disfrazado dando instrucciones en voz alta (era una filmación muda, después de todo) y queriendo pasar desapercibido tapándose parte del rostro.

  

País: Estados Unidos
Duración: 70 minutos
Género: Comedia
Director: Charles Chaplin (1889-1977)
Reparto: Charles Chaplin (Tramp), Allan García (dueño del circo), Merna Kennedy (hija), Harry Crocker (Rex), Henry Bergman (payaso viejo).

EL VIENTO (1928)

¿Qué es el viento? ¿Una fuerza destinada a barrer con todas las ilusiones de uno? ¿Un poder que amedrenta a todos y los fuerza a sumirse en su mundo interior? El director Victor Sjöstrom plantea subrepticiamente la naturaleza del cambio y la adaptación a un entorno totalmente ajeno...

      

La novela de Dorothy Scarborough sirvió de base al cineasta sueco para elaborar una de las producciones más grandiosas del epílogo de la era muda. Asimismo, constituyó la última gran película en la que trabajara Lilian Gish, porque si bien su estrella no se apagaría del todo en la posteridad de la era sonora, la verdad es que la bella actriz sería recordada siempre por su trabajo en las obras de Griffith en la segunda década del siglo XX y por esta realización en compañía de otro gran actor, Lars Hanson.
La historia no es tan complicada sobre el papel. Letty Mason, virginiana acostumbrada a llevar una vida cómoda en la costa atlántica, por algún motivo debe dirigirse al Oeste a casa de su primo, pero ya desde antes de bajar del tren los cambios empiezan a atormentarla. Primero sufrirá el acoso de un mujeriego casado llamado Roddy, de quien se sentirá atraída hasta descubrir la verdad, pero éste le dice algo que la aturdirá: "El viento vuelve locos a todos, pero en especial a las mujeres". Una locura que ella percibe al bajar del ferrocarril, cuando la arena la asedia por todas partes y surgen dos hombres (uno de ellos su futuro esposo Lige) que la tratan como una dama exótica. Poco después, deberá sufrir los celos de la esposa de su primo, quien se siente insegura frente a las atenciones cosechadas por la recién llegada de parte de su marido y sus hijos. Expulsada de todas partes, no tendrá otra opción que casarse con Lige y formalizar un matrimonio infeliz. 
Gish cumplió cabalmente con su papel. Lejos de ser la chiquilla sumisa y extremadamente tierna y cándida a la que siempre debe socorrer un hombre, presenciamos en esta ocasión a una mujer rebelde, que tiene que rehacerse a sí misma después del terrible cambio producido con su mudanza. El viento, sin embargo, parece ser el auténtico protagonista, el que provoca los cambios de ánimo en Letty. Incluso tiene un mito: es el espíritu de un caballo blanco que emerge de la profundidad de los tiempos, como si se tratara de una alegoría a la expansión del hombre blanco por un territorio tan diferente y extraño... Cada vez que sopla con mayor fuerza, ella toma una decisión importante, debiendo enfrentar sus miedos que descansan en la soledad que encara desde que fuera expulsada de casa de su primo. De ellas, la definitiva ocurre en la tormenta final, cuando Roddy irrumpe repentinamente en su casa y ella lo enfrenta, dándole muerte. Empero, en este punto ella se ha vuelto tan histérica, que no logramos comprender si se trató de un suceso real o de una alucinación... después de todo, el "cadáver" ha desaparecido de la arena una vez que Lige retorna y se produce el inesperado y poco creíble final feliz con la clásica reconciliación de la pareja que tanto gustaba a Hollywood.
Sjöstrom, al igual que Theodor Dreyer ese mismo año de 1928 en La Pasión de Juana de Arco, quiso adecuar a los actores al ambiente que rodeaba a los personajes en la historia. Por ello, se dirigió a un recóndito paraje desértico californiano e implementó máquinas ventiladoras que a lo largo de casi todo el rodaje proporcionaban un aspecto dantesco a toda la obra. La arena en los ojos fue un factor que aquejó terriblemente al reparto, pero en especial a Gish... e ignoramos qué tanto influiría ello a la hora de representar su papel. El hecho es que la arena juega un papel muy importante en conjunción con el viento: siempre obliga a vivir a uno como refugiado entre cuatro poderes, estimulando una claustrofobia que el espectador debe lamentar para el caso de Letty. Ésta ya no soporta cuando tras una ardua limpieza, su esposo abre la puerta y todo queda de nuevo como antes. ¿Hay una metáfora en todo ello? ¿Se trata sólo de la limpieza del hogar? ¿O también hay un deseo interno de liberación de parte de ella, que desaparece en cuanto Lige entra a casa? Una liberación que en la novela llega de forma terrible con el asesinato, pero que en la pantalla grande se consigue, de forma más bonita claro está, con el beso de los cónyuges.
Existen reliquias interesantes que rompen por momentos con el esquema casi rutinario del filme. Por un lado, tenemos a Sourdough, el compañero de Lige, que cada vez que aparece realiza alguna payasada... un toque de humor dentro de todo el drama. Igualmente, la secuencia en la que Letty y Lige están a punto de iniciar su noche de bodas y la cámara sólo nos muestra las botas de ambos: ella en el cuarto impaciente porque no sabe cómo rechazar a su pareja; él cada vez más impaciente, porque ya está previendo el desenlace... los movimientos de los pies bastan para que nos enteremos del estado de ánimo de los personajes.
Diversos elementos que sintetizan una gran obra que llegó en el momento equivocado. Los  gustos de la audiencia se estaban renovando raudamente desde la aparición del sonido, por lo que películas como El Viento resultaban anticuadas y ya pasadas de moda... habría que esperar varias décadas para que adquiriera su merecido reconocimiento. Con la irrupción del cine sonoro, ya sabemos que la gloria de Gish sólo se alimentaría del pasado, en tanto Sjöstrom retornaría a Suecia (junto a Hanson) para convertirse en actor, alcanzando gran celebridad como el protagonista de Fresas Salvajes de Ingmar Bergman (1957), ya poco antes de su muerte.

    

País: Estados Unidos
Duración: 79 minutos
Género: Drama
Director: Victor Sjöstrom (1879-1960)
Reparto: Lilian Gish (Letty), Lars Hanson (Lige), Montagu Love (Roddy), Edward Earle (primo Beverly), William Orlamond (Sourdough), Dorothy Cumming (Cora).