6 de enero de 2013

BLACKMAIL (1929)

¿Cuántos chantajes? Uno, dos, tres... Blackmail es una historia del chantaje en general, sumergida en un ambiente de tensión que sólo el genial Alfred Hitchcock es capaz de recrear...


   
Alice es la novia de un policía de Scotland Yard. Es una joven manipuladora que finge fastidio con su pareja para deshacerse de él e irse así de paseo con un pintor que acaba de conocer. Sin embargo, las cosas se ponen feas cuando el artista, después de haberla conducido al interior de su estudio, intenta abusar de ella. Una cortina nos oculta el crimen que está ocurriendo: Alice coge un cuchillo y da muerte al agresor. Intenta borrar toda huella, pero olvida uno de sus guantes, que precisamente su novio encontrará al día siguiente mientras se lleva a cabo la investigación. Sin embargo, no está dispuesto a entregar a su amada, pero las cosas se complican cuando surge repentinamente otro testigo que tiene el otro guante y está dispuesto a chantajearlos; para su mala suerte, sus antecedentes policiales no lo ayudan y la torta se voltea. Se inicia una persecución que finaliza en los techos del Museo Británico con el criminal (inocente en este caso) cayendo por el techo de la edificación. En cuanto a Alice, está dispuesta a entregarse con la conciencia que se le carcome al saber que aquel hombre va a pagar su culpa, pero finalmente una llamada telefónica que recibe del inspector evita que confiese la verdad... y una vez más, su novio Frank la "salvará".
Hitchcock, quien ya tenía listo a fines de 1928 el filme en una versión muda, no estaba dispuesto a quedarse atrás con relación a los avances del cine sonoro que se plasmaban en Estados Unidos, y decidió efectuar algunas modificaciones para terminar lanzando al mercado la primera película sonora británica. Supo manejar a maravilla a la actriz principal, la polaca Anny Ondra, cuya voz no era precisamente la mejor, de modo que no pronuncia palabra alguna y cuando debía hablar, escuchamos en realidad a una mujer fuera de cámaras. En realidad, el director supo combinar lo sonoro y lo mudo, en vez de reemplazar todo el original... y lo hizo tan bien que en muchas ocasiones nos olvidamos que estamos viendo una escena muda, porque el sonido en ese momento no es necesario. Ello se percibe claramente en el momento inmediatamente posterior al asesinato, cuando Alice, cual zombie y patéticamente, con la mirada tenebrosamente perdida, camina lentamente por las calles a la medianoche, relacionando diversos símbolos con el acto que acaba de cometer. Por ejemplo, el brazo quiero del policía de tránsito se convierte en la mano muerta del artista, mientras que una propaganda de neón invitando a tomarse un cocktail, se transforma en una mano blandiendo una daga. Lo sonoro tiene también su clímax particular durante el desayuno del día siguiente, cuando una clienta del negocio realiza comentarios sobre el homicidio y la palabra "cuchillo" resuena en los oídos de la protagonista, poniéndola sumamente nerviosa.
En cuanto al contenido psicológico de la obra, el chantaje está presente en todo momento. Lo vemos cuando Alice finge fastidiarse por la demora de su pareja en Scotland Yard, a fin de preparar el terreno para su encuentro con el pintor. Éste también la chantajea escondiéndole la ropa... y posteriormente vienen las escenas de chantaje entre Frank y el criminal Tracy. Otro elemento interesante que se repetirá a lo largo de la filmografía de Hitchcock es el voyeurismo; él sabe muy bien que todos somos voyeuristas al momento de ir al cine y juega magistralmente con ese deseo al momento del asesinato, que ocurre detrás de bambolinas (incluso muchos espectadores habrían esperado una escena romántica prohibida, que no llega a darse). Otra cuestión es la tensión que el director provoca en la audiencia: ella se percibe claramente en la escena dentro del negocio, cuando aparece Tracy dispuesto a chantajear a la pareja. Una secuencia que avanza con una lentitud estresante, y que precisamente por ese motivo estimula el suspenso, conforme vemos a Alice cada vez más temerosa y a un criminal que se aprovecha de los sentimientos encontrados de Frank entre el deber y el amor por su pareja, así como al padre de la joven, totalmente ignorante de lo que ocurre entre sus interlocutores. Esta tensión la veremos acrecentarse cuando el chantajista manipula a Frank y Alice para ser invitado a desayunar, ocupando altaneramente el asiento del anfitrión, y provocando esta vez las suspicacias de los padres de la muchacha; momento crítico en que nadie sabe qué ocurrirá. Por último, la acción también está presente junto a un toque clásico en los interiores del Museo Británico.
En fin, una producción con gran variedad de ingredientes característicos del maestro del suspenso, que no tiene nada que envidiar a sus sucesoras: tensión, voyeurismo, culpa transferida... y la famosa hermosa rubia en peligro (pero siempre culpable). Tampoco está ausente el típico cameo del director, en este caso el más largo de todos (20 segundos), cuando lo vemos siendo importunado por un niño en el metro, mientras intenta leer un libro. Una escena cómica ciertamente, como si nos estuviera mandando un mensaje subliminal respecto a la auténtica naturaleza de la historia. Al final, muerto el falso asesino y asegurada la libertad de la señorita, todo terminará en una broma... y el telón de fondo será una grotesca pintura de la víctima, que se burla tanto de Alice como de nosotros, mudos cómplices de todo lo ocurrido.

   

País: Reino Unido
Género: Suspenso
Duración: 84 minutos
Director: Alfred Hitchcock (1899-1980)
Reparto: Anny Ondra (Alice White), Sara Allgood (Mrs White), Charles Paton (Mr White), John Longden (Frank), Donald Calthrop (Tracy), Cyril Ritchard (pintor Crewe), Harvey Braban (Inspector).